miércoles, 23 de febrero de 2011

Canal de Panamá II

La técnica

El ferrocarril y la impronta estadounidense. Hasta que en 1855 se inauguró la línea férrea interístmica, la expedición entre las orillas este y oeste de Panamá se hacían por tierra (por una selva y accidentada geografía que en periodo de lluvias se cerraba irremediablemente) o por el río Chagres, exponiéndose a las enfermedades del curso de agua caribeño.
La instalación de un ferrocarril decantó sola. Y con las vías provenientes de Estados Unidos llegaron sus consecuencias: primero una masiva inmigración de antillanos, chinos y pobres de todo el mundo para trabajar en el ferrocarril, el comercio y las actividades económicas indirectas; y enfermedades letales como el cólera. También llegó el lujo y modo de vida estadounidense, aunque sólo para la sociedad acomodada de la región. De hecho el cocktáil cólera y malaria diezmó a la población local, redundando en más inmigrantes para atender el ferrocarril y luego la obra canalera.

De Suez a Panamá. Ferdinand Lesseps fue el cerebro que consiguió abrir la tierra para unir los continentes asiático y africano en la región del Sinaí. Embalado por la proeza, nada menos que una obra jamás imaginada, hizo lo propio con Panamá: en 1879 presentó el proyecto de un canal excavado a nivel del mar.
Las tareas comenzaron en 1881 y para 1889 habían fracasado. El error técnico fue decisivo, pero no menos decisivo fue el despilfarro de dinero. Para ese entonces otro ingeniero francés, Gustave Eiffel, había argumentado porqué un canal a nivel era un delirio: había que pasar el macizo de la Culebra. Para Eiffel la única opción era un canal de esclusas que sorteara las dificultades geográficas.
Francia impulsó una nueva compañía para retomar las obras pero siguiendo ahora el nuevo proyecto. Era un canal con esclusas pero sin financistas.

Ahora sí, el canal. Más que una nueva obra, lo realizado bajo supervisión estadounidense fue una continuación de lo hecho hasta 1889. A partir de 1904 se ingeniaron dos sistemas de esclusas gemelas denominadas Miraflores, Gatún y Pedro Miguel que son básicamente compuertas entre diques que manipulan el nivel de agua permitiendo el avance de los barcos.
Una represa para nutrir de caudal el canal formó el lago artificial Gatún de unos 425 kilómetros cuadrados. En 1914 se terminó de construir el canal.
El regreso de la política…

En el transcurso del siglo XX, con las guerras mundiales y la constante belicosidad de Estados Unidos, los panameños fueron presionando para hacerse del control y manejo del canal. El capricho de la potencia americana se iba quedando sin sustento tanto afuera como adentro del país istmeño.
Hay una sencilla razón: sin el canal, Panamá es un mero productor de banana y café.
En 1977 Omar Torrijos, jefe de estado panameño, y Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos firmaron un acuerdo para traspasar lentamente el manejo, control y usufructo a la nación centroamericana. Finalmente, en 1999 Panamá terminó por hacerse cargo del peaje, modificando sustancialmente su papel internacional.
…Y el regreso de la técnica

Lo que algunos se animan a considerar como la obra de ingeniería más importante de la historia del humanidad es casi al día de hoy una obra anticuada. La industria naviera ha adelantado en tecnología y construcción, los buques mercantes son cada vez más grandes y a mayor carga menos costo de flete. Pero claro, estos nuevos buques denominados Post-Panamax no caben en las esclusas.
A partir de 2006 se anunció la ampliación del canal y la construcción de un tercer juego de esclusas hacia ambas entradas oceánicas para este nuevo tipo de dimensiones de los buques de carga. La ampliación es una obra calculada en 5 mil millones de dólares. Al igual que hace cien años atrás, el costo de no hacer la nueva obra es condenar el futuro de Panamá a resignarse a producir solamente bananas.

Zona libre de Colón

Closed
Colón es la segunda ciudad más importante de Panamá. Está en la otra salida del canal artificial, del lado del Océano Atlántico, región Caribe. Es una ciudad dividida en dos: la zona habitacional, con su mercado central, negocios y donde también se extiende el puerto; y la zona franca (libre de impuestos) rodeado por un paredón.
La ciudad cerrada de Colón es donde las grandes marcas venden al por mayor y a los mejores precios los alucinógenos tecnológicos y las prendas de los mejores diseños del mundo. Después del mediodía del sábado, cuando la euforia comercial se termina, la zona se convierte en un desierto del peor cuento. Igualmente, antes de esto, no es menos angustiante.

Para ver más fotos de una ciudad de cemento absolutamente desierta hacé click acá.

jueves, 10 de febrero de 2011

Canal de Panamá I

La política

La historia oficial de la construcción del canal de Panamá explica que la clave de la monumental obra fue el poner fin a la fiebre amarilla. El propósito obvio es higienizar la historia de Estados poderosos. Pero algo de cierto hay: las epidemias atacaban recurrentemente a la zona del istmo, diezmaba a la población y a los obreros que se empecinaban en zanjar la tierra para unir los océanos en condiciones de trabajo muy duras. Primero franceses y luego estadounidenses se encomendaron a la tarea con mano de obra, sudor y sangre de antillanos (más baratos y “resistentes“).
Pero la mayor parte de esta obra no fue resultado de los ingenieros ni del saneamiento. Sino una intensa trama plagada de corrupción, sucesivas traiciones y múltiples intereses políticos y económicos desplegados en un paño de apuestas a todo y nada del juego diplomático. En síntesis: se inventó un nuevo país, se volvió a partir Centroamérica. Se inventó el Estado panameño a la medida de los intereses del imperialismo económico; se inventó un país de moderados y satisfechos que no pusiera en peligro nunca el libre tránsito de mercancías por la arteria comercial más importante del mundo contemporáneo.
Desde 1999 que el control del canal pasó de Estados Unidos a Panamá, convirtiéndose en la principal fuente de financiamiento del Estado centroamericano. Durante las 24 horas, todos los días del año, el canal está en funcionamiento. En promedio por sus esclusas transitan entre 35 y 40 grandes embarcaciones diarias. El costo del peaje depende de la cantidad de pasajeros que puede transportar un crucero (entre 250 y 300 mil dólares) y la capacidad de carga de los buques mercantes (hasta más de 500 mil dólares). Se recaudan al menos 10 mil millones de dólares al año.

La particularidad geográfica. Panamá es la zona continental más estrecha entre los océanos Pacífico y Atlántico. Además, su adyacencia a la zona de influencia primordial de los países poderosos le legó un carácter estratégico, un valor agregado determinante. Es por eso que Panamá fue desde su descubrimiento una zona de disputa del imperialismo económico y político. Españoles, franceses y británicos pretendieron hacerse de la zona desde los siglos XVI al XIX.
La porción más angosta del péndulo de América Central tiene 80 kilómetros. Pero no fue sólo la estrecha franja de tierra lo que repercutió en su derrotero histórico. Panamá está en el extremo sur de América Central, limita con Colombia, país al que perteneció hasta principios del siglo XX. Pero entre América Central y Sudamérica, entre Panamá y Colombia, los desconecta el Tapón de Darien: una tupida selva virgen que hizo fracasar varios proyectos de infraestructura para construir, por ejemplo, una ruta terrestre. Este frondoso obstáculo repercutió política y socialmente: las ciudades del istmo y Colombia crecieron y se desarrollaron de manera autónoma, se pensaron como diferentes. En épocas donde la comunicación era terrestre o marítima, la distancia y las dificultades se hicieron patológicas.
Así el cuadro, desde la más temprana expresión imperial estadounidense el estrecho continental fue sondeado por la flamante potencia del norte. La fiebre del oro en California desatada en la segunda mitad del siglo XIX y por si acaso la necesidad de contar con un paso que permitiera la circulación de los buques de guerra hacia ambos litorales marítimos aceleraron los acercamientos diplomáticos y los estudios de viabilidad del canal (al principio confidenciales para no herir prematuramente el orgullo soberano de Colombia).
Cuando Estados Unidos resolvió la compra de Alaska a Rusia asegurando así la posición sobre el Pacífico, tuvo que resolver la cuestión del Atlántico. Entonces Cuba, para controlar el golfo de México, y Centroamérica se convirtieron en el asunto primordial. Eran los años de la doctrina Monroe, la doctrina de “América para los americanos”, y eso no significó otra cosa que todo el continente para Estados Unidos.

El transcurso de la historia. En su tercer viaje al "nuevo continente", Cristobal Colón se percató que el paso por mar hacia la tierra de las especias estaba cerrado. Una franja de tierra se ensanchaba por el norte y por el sur y las diversas expediciones, entre ellas la iniciada posteriormente por Magallanes, no dieron con ningún paso marítimo antes del temible Cabo de Hornos.
Carlos V fue el primero en sugerir la idea de construir un canal. Aunque nunca se resignó a hallar el paso natural entre ambos océanos, “la junta de aguas”, como llamaron al proyecto en 1517, fue un sueño contemplado por el emperador.
La falta de capacidades técnicas fue importante para postergar la obra; pero la explicación más aguda es de carácter geopolítica: si España conseguía abrir el paso interoceánico, el resto de las potencias imperiales acentuaría el ataque de piratas y corsarios contra las colonias españolas. Es por eso que el hijo de Carlos V, Felipe II, entrometió a sus convicciones religiosas en la fortuna del istmo y resolvió: “el hombre no debe separar lo que Dios unió”. En suma, para conservar las posesiones en América no había que tentar de más a nadie.
En 1819 se emancipa de España la república de la Gran Colombia, conformada por los territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Simón Bolivar no sólo soñaba con un continente unido, sino también con un continente ubicado en la vanguardia de la técnica y la ciencia. Fue así que encomendó una comisión para analizar una obra de unión interoceánica. Incluso, algunos documentos históricos sugieren que con la intención de terminar con el imperio español, durante las guerras de independencia, Bolivar trató de seducir a Inglaterra para que colaborara a su favor en la contienda ofreciendo facilidades en Centroamérica para construir el canal y torcer la balanza del comercio internacional a favor de la corona británica.
Sin embargo, los guerras internas y dificultades de las nuevas repúblicas también atentaría la construcción del canal. En 1830 se desintegra el territorio de la Gran Colombia en las repúblicas de Venezuela con capital en la ciudad de Caracas, Ecuador con capital en Quito, y la República de Nueva Granada con capital en Bogotá. Por unos cuantos años más Panamá pertenecería a la República de Nueva Granada que hacia 1863 pasaría a llamarse Colombia.
El país tenía una organización centralizada, favoreciendo los intereses políticos y culturales de Bogotá. Sumado a que los panameños eran conscientes que su único futuro estaba en unir los dos océanos y que la incomunicación con la capital del país por circunstancias geográficas los alejaba, las ideas separatistas germinaron pronto.

El canal de los franceses. En 1878 el gobierno colombiano firma con empresarios franceses la creación de una compañía para excavar el canal. Los franceses ya habían logrado el mismo propósito en Suez, uniendo los continentes de África y Asia. A cambio de la obra, obtenían del país sudamericano cien años de privilegios de tránsito.
Sin embargo, esta nueva monumental obra de ingeniería presentaba dificultades diferentes a las que se encontraron cuando se construyó el canal que une los mares Mediterráneo y Rojo. La diferencia sustancial es que en Panamá era inútil pensar en un canal simplemente excavado a nivel; en cambio era preciso hacer un canal con esclusas, con diques para manipular el nivel de agua. Sin embargo, la Compañía Universal del Canal Interoceánico se decidió por copiar el proyecto realizado en Sinaí.
Por supuesto, los cálculos de ingeniería resultaron erróneos: por cada metro de canal había que excavar casi el doble o más de lo que se había proyectado. Además, la compañía tenía serios inconvenientes para justificar el enorme gasto de los ingenieros y gerentes en Panamá y otros graves negociados violando tanto las leyes colombianas como francesas. Como explica el historiador Gregorio Selser en su libro El rapto de Panamá, el soborno a diputados franceses para aprobar la obra fue uno de los delitos menos graves que se descubrieron. El affaire Panamá estalló en Francia: hacia 1889 se declara en quiebra la compañía y la continuidad de la obra entra en un periodo de incertidumbre.
Cinco años después se crea una segunda compañía francesa para continuar los trabajos. Pero la credibilidad de los accionistas franceses estaba rota. Nadie quería financiar una nueva aventura.
El plazo final para inaugurar el canal que el gobierno colombiano y la empresa francesa habían acordado era el año 1904. Pero como la quiebra estaba decretada, la segunda compañía no reunió los fondos necesarios y las obras estaban paralizadas, se originó un intenso lobby desde múltiples sectores: los accionistas franceses querían vender sus títulos a Estados Unidos, el gobierno colombiano (el segundo mayor accionista de la compañía) hacía lo propio también con la potencia del norte y los industriales estadounidenses se refregaban las manos: sea por Panamá o sea por Nicaragua, tenían enfrente un jugoso negocio.
Es en 1899 cuando el Congreso estadounidense encomienda la primera comisión oficial para construir un canal en Centroamérica. La comisión se encargó de realizar los estudios de viabilidad, elegir el mejor trazado, y presupuesto de la obra y construcción portuaria.
Para ese entonces, en Panamá la compañía francesa había logrado avanzar un total de 32 kilómetros (más de un tercio del total) desde ambas orillas. Si bien esta no fue la única razón, lo que ya se había hecho en Panamá pesaría en la decisión final.

La opción por Nicaragua. En un principio, el territorio nicaragüense era el lugar preferido para la obra por el presidente estadounidense Teodoro Roosevelt y sus asesores. Si bien el estrecho era más extenso que el istmo panameño, tenía como ventajas la presencia del lago Nicaragua: un espejo de agua de 8600 kilómetros cuadrados que se podía utilizar como vía para el tránsito de los grandes buques mercantes.
Además, los congresos de Estados Unidos y Colombia no se ponían de acuerdo con el precio de las acciones e indemnizaciones. El país sudamericano pretendía un canon mayor por la utilización de su territorio.
Finalmente, tras una habilidosa operación de prensa, Nicaragua perdería la apuesta. El artífice fue Phillipe Bunau Varilla, un ingeniero y político francés que a su vez era accionista de la empresa constructora. Temeroso de perder lo invertido en el canal, intrigó una campaña en los diarios de Estados Unidos y envió folletos a cada uno de los congresales exagerando los riesgos volcánicos de Nicaragua y los eventuales peligros que corría la obra y el comercio internacional.


Movimiento separatista.
Los panameños estaban inquietos. Cuando el Congreso colombiano rechazó el acuerdo con Estados Unidos para la realización del canal, los únicos que estuvieron a favor del pliego fueron los diputados panameños y los de la región del Cauca. En Panamá siempre fueron conscientes que tenían que lograr la construcción del canal a cualquier precio.
Una comisión de “patriotas” presidida por Manuel Amador Guerrero viajó a Estados Unidos procurando colaboración en la creación de una nueva república. Amador Guerrero se entrevistó con funcionarios y con Bunau Varilla. No sería poco lo que conseguirían: de manera indirecta se favoreció una suma de dinero para sobornar la pequeña guarnición colombiana en el istmo una vez que empezara la revuelta. Además, la armada estadounidense anclaría frente a las costas de Panamá bajo la excusa de cuidar sus intereses del ferrocarril construido en 1855 y para favorecer la tranquilidad del istmo. Finalmente, los marines de Estados Unidos desembarcarían; pero no se disparó un solo tiro en la independencia panameña.
El 3 de noviembre de 1903 Panamá se declara independiente y el gobierno de Estados Unidos reconoce precozmente la voluntad de la nueva república.

Confesiones de Roosevelt. Para el presidente estadounidense, las condiciones planteadas por Colombia para hacer el canal eran “extorsivas”. En realidad, lo único que no estaban de acuerdo los colombianos era en el precio de la compra de las acciones, el canon anual y otros detalles no gravitantes. Sin embargo, la política “del garrote” de Estados Unidos impidió que se llegue a un acuerdo fácilmente negociable.
El apoyo solapado del gobierno estadounidense a la independencia de Panamá fue atacada duramente por los diputados demócratas en el Congreso. Acusaban a Roosevelt de llevar una política pirata que “desprestigiaba” a la nación. Por su parte, el presidente no desmentía las acusaciones, pero desestimaba como algo negativo su participación en la independencia del istmo. “I took Panamá” (“Yo tomé Panama”), declaró públicamente el presidente estadounidense, a lo que siguió: “Nosotros creamos Panamá. De no haber sido por los Estados Unidos, Panamá no existiría”.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un antiguo volcán teñido de verde azulado

El Valle de Antón es una villa asentada entre las serranías del istmo panameño. Pero en verdad, no se trata tanto de un valle ni de simples cadenas serranas; sino de un antiquísimo cráter volcánico ya extinto.
Está a dos horas de la ciudad de Panamá, conectado por la ruta Panamericana (120 kilómetros). El pueblo está a 700 metros sobre el nivel del mar, pero alguna de sus cumbres superan los 1100 metros.
La vegetación resguarda la curiosa especie de los árboles cuadrados. El clima templado y húmedo ofrece las mejores condiciones para los animales anfibios que se cruzan por la carretera, por los patios de la casas y ambientes hogareños; se trata de un espacio ecológico privilegiado.
Las calles asfaltadas zigzaguean los cerros dentro del mismo pueblo, suben por la zona rural y atraviesan arroyos y ríos de caudal permanente. Llueve mucho en Antón.
En la zona impera el color verde, algunos con tonos más apagados y otros oscuros, otros verdes están poderosamente saturados. La línea de montaña del antiguo volcán custodia el pueblo, y este verde se torna azulado.

lunes, 10 de enero de 2011

La vida en los cafetales III

Del almacigo al secado

Una planta de café empieza a dar frutos a los seis meses y puede producir durante quince años. La semilla germina en almacigo (cajones de tierra fértil donde se intensifica la nutrición). Sin embargo acá no empieza la cosa: antes fueron modificadas genéticamente para hacerlas más resistentes a plagas como la broca y enfermedades como la rocha. Los almácigos están desde los 1050 a los 2050 metros sobre el nivel del mar: en condiciones ideales, el mejor café es el de mayor altura.
Cuando la semilla formó sus primeras raíces se la denomina fósforo que al cabo de algunas semanas, dependiendo del clima y la altura se formará la chapola (plantín). Cuando alcanza los 30 centímetros de altura se transplanta al lote.
Hay dos cosechas durante el año: abril-mayo y octubre-noviembre. Una vez que los recolectores quitaron los frutos maduros, la cereza de café pasa al despulpador (separa el grano de café de la fruta). Es casi la mitad de la labor de la finca: luego se lava para quitar la miel que lo recubre y recién en ese momento pasará al secado.
No se desaprovecha nada. La cáscara del fruto se fermenta para nutrir los campos y otras aplicaciones.
El mejor proceso de secado es al sol. Sin embargo, si las lluvias no dan tregua los granos se secarán por un horno que acelere el proceso. Dentro de la finca no queda mucho por hacer: sólo resta que los granos pasen por el primer tamizado (clasificación por tamaño: los granos más pequeños son los más apreciados).
A partir de ese momento las cooperativas y la federación de cafeteros colombianos se encarga del resto, salvo el tostado que se hace en los países de consumo.

Sangre en Magdalena

El 12 de noviembre de 1928 los trabajadores bananeros de la zona del Magdalena, en Colombia, se plantaron en huelga. La perjudicada United Fruit Co., de origen norteamericano y en ese momento propietaria de la mayor extensión de tierras de todo el país, fue la protagonista de los hilos políticos que terminaron con la masacre el 5 de diciembre del mismo año.
Desde principios de la década del ´20 Colombia empezó a vivir una cierta agitación obrera que aunque fue sustancialmente más moderada que las del sur del continente sudamericano, preocupó al gobierno conservador. Por eso se inventaron nuevas normativas para regular al movimiento obrero que se iba gestando en sindicatos influenciados por ideas marxistas leninistas y anarquistas. Sólo en la zona bananera se registran tres paros antes del 28 (en 1918, 1919 y 1924, todas por reclamos salariales).
Mi amigo Wallace me contaba sobre el Magdalena: “Ese río cruza todo Colombia y tiene en su haber decenas de masacres; se ha llevado muchísima sangre”. En la zona caribeña, donde el banano es el producto básico de la economía, eran tres las ciudades epicéntricas: Santa Marta, ciudad portuaria y donde estaba la sede la compañía y aristocracia bananera; Ciénega, en franca rivalidad con Santa Marta, con dirigentes locales que abrazaban el liberalismo y pequeños propietarios subordinados a los imperativos de la United Fruit; y Aracataca, que fue el lugar de mayor apropiación de tierras, ocupaciones de baldíos y despojo a los campesinos de la zona.
La cadena de abusos que terminan con la huelga y masacre es extensa. No sólo se expropió tierras para pasarla a nombres de la United, sino que también se desviaron ríos, se secaron otros y se remplazaron cultivos todo para favorecer a los capitales estadounidenses. La mayoría de las circunstancias se dieron incluso de espaldas a una ley colombiana ya por demás benévola con la iniciativa multinacional. La United Fruit cambió el destino de la zona, la incorporó de prepo al mercado internacional como productora de bananas.
Hasta hace algunos años, la masacre ocurrida en la estación ferroviaria había sido borrada de la memoria histórica de Colombia. Pero apareció la bella literatura (Cien años de Soledad y otras obras regionales) que rescataron el momento, y aunque con retazos de mitología y leyenda, volvieron a la memoria la masacre de la bananera en Colombia. Era tabú la masacre; aun hoy no se sabe la cantidad exacta de muertos: los más conservadores hablan de 12, otros de al menos 50 y así hasta miles (para el personaje José Arcadio Segundo, en la novela Cien años de soledad, la cifra exacta son 3408 muertos).
El desenlace, con la masacre de los obreros, repite algunas características con los hechos de la Patagonia trágica en 1921 en Argentina: el temor de los sectores acomodados y del gobierno al elemento anarquista de los obreros organizados en sindicatos; el carácter rural de la disputa, organización social y económica; la opresión previa violando las normativas nacionales vigentes y finalmente la represión y masacre.
Tras el 5 de diciembre de 1928, la United Fruit se retiró de Colombia, pero la suerte no sería mucho mejor para los habitantes del Magdalena. Por años, en las escuelas, en los diarios, en cada uno de los rincones de Colombia la masacre era pura imaginación, como si no hubiera ocurrido nada. Faltó que llegara la trascendencia de Gabriel García Marquez y sus colegas colombianos para dejarla ahí, para el que la quiera ver.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Baluarte de Cartagena

Cartagena fue algo así como la capital colonial del imperio español en América. El centro político de la época estaba fuertemente amurallado, custodiado por centenares de cañones, temerosos de los ataques británicos --especialmente-- o franceses y de corsarios y piratas. Sus baluartes de piedra son más bien toscos, no tenían ninguna pretensión estética, sino puramente defensivas.
La muralla empezó a construirse en 1614, y tardaron poco menos de doscientos años en terminarla a pura sangre del trabajo esclavo. Cartagena no sólo fue el puerto más importante de salida de los metales que el imperio español se llevó, sino también el puerto de entrada de la mayor cantidad de esclavos negros traídos de África.

De las mujeres


Monumento feminista en Medellín.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

No creas que Macondo...

... es Aracataca
Es un post inútil. Pues tratar de hallar Macondo en las calles de Aracataca es una fábula genial, pero ni por alquimia podría ser cierto. Salvo, claro, teniendo el encantamiento de Gabriel García Márquez.

En este pueblo el sol funde como oro líquido. En esas horas de la primera tarde, los aracatenses o aracateños (o catenses y cateños, apocopes admitidos por legitimidad comunitaria y legalidad literaria) se meten cual hormigas en sus casas. Evaden el solazo.
Pero cuando es la hora de la fresca salen los pueblerinos con sillas y mecedoras a estarse en la vereda. También andan en bicicleta. Hay vallenatos por los altoparlantes.
Llegué a Aracataca y
pregunté por las casa natal de Gabo. “Por esa calle, a dos cuadras… la segunda” me indicó un vendedor ambulante. En ese momento entré en un estado de alegre perturbación. Un aire frío me subió por la espalda, y además me sentí lúcido sobre lo transcurrido hasta ese momento: tanto caminar Latinoamérica y saber que eso solo ya justificaba todo.
En el “corredor de las begonias“, que es tan exacto como lo cuenta en Cien años de Soledad, uno se figura a Ursula (que también fue muy real pero con destellos de fantasía) ya ciega, caminando como si viera mejor que nadie. Está el taller de platería, unos pescaditos de metal dorado y los espacios del cor
onel. Un paso en la casa de García Márquez es una hoja de sus libros.
Aracataca ta
mbién es como un pueblo de invención literaria. Tiene una dulzura particular; pero hay que ser inventor para enterarse que es Macondo. Aquí, la comunidad árabe se mezcló con lo latino y con la cultura guajira. Aracataca está en el centro de la sangrienta zona bananera del Magdalena.
La estación y las vías cuentan que hay una línea férrea. Pero en Aracataca no se detiene el tren. Su único propósito es ll
evar carbón al puerto de Santa Marta. Las casas son de techos a dos aguas con ángulos bien obtusos para desprenderse en seguida del aguacero.
Para crear algo parecido a Macondo hay que ser parecido a García Márquez. Por eso las fotos no hablan de Cien años de soledad, sino sólo de Aracataca.















miércoles, 8 de diciembre de 2010

La vida en los cafetales II

Los trabajadores de la finca

En la ya injusta vida laboral cafetera, los que peor la pasan del escalafón son los cosecheros. Nadie es un dichoso; pero los patrones de lote, los patrones de descarga y obviamente los propietarios de las fincas terminan por replicar la lógica usurera de las corporaciones capitalistas. El cosechero es un jornalero: cobra por cantidad de kilos de café recolectado durante el día. Es decir: su ingreso depende de la suerte fructífera de la planta (que a su vez depende del clima durante el año, de las enfermedades y de las plagas) y de la cantidad de horas que esté dispuesto a torcer su lomo entre los cafetales. Son trabajadores golondrinas --van por el país persiguiendo la suerte errante de las cosechas--, no cuentan con ningún tipo de beneficio social ni estabilidad laboral. Además, deben abonar una suma diaria de 6 mil pesos colombianos (3,33 dólares) como permiso para trabajar en la finca y tener un almuerzo: “Pueden repetir cuantas veces quieran el plato de comida; pero prefieren tomarse sólo 15 minutos para luego seguir juntando café y cobrar más”, asegura impunemente Dalmiro, uno de los patrones de lote que tiene como tarea el primer control de calidad de la cosecha: registrar que entre los granos los jornaleros no incluyan frutos inmaduros, piedras u otros elementos que aumenten el peso de la bolsa. Es el intermediario entre los cosecheros y la plusvalía. Su camiseta no tiene otro color que la del patrón, está disciplinado y eso le vale algún beneficio: tener un salario mensual.
Los patrones de descarga son de la misma naturaleza que los de lote en la escala de distinciones gremiales. Pero en cambio, su tarea controladora está en la balanza de descarga que es la que determina qué remuneración le corresponde a los cosecheros y determinar si los patrones de lote están haciendo bien su labor. Pasar a ser patrón de descarga es el mísero sueño de los patrones de lote.
El kilo de café cosechado se paga 400 pesos colombianos (0,22 centavos de dólar). Por lo tanto, un recolector de café tiene que juntar algo así como 80 kilos para al menos salvar el día y volver con algún billete a la casa. Sin embargo, para otros, la economía del café está en un buen momento: el kilo en el mercado estadounidense se está pagando 4,50 dólares (en síntesis: del precio de mercado al cosechero le corresponde menos del 5 por ciento del costo mayorista, que obviamente es bastante menor al precio final de la góndola que redunda en la ganancia de las marcas de comercialización).
En el eje cafetero colombiano hay dos épocas de cosecha: abril-mayo y octubre-noviembre. El resto del año los trabajadores golondrinas se la deben rebuscar con el banano, o en la azarosa suerte de las ciudades de Manizales, Pereira y Armenia.
La Federación nacional de cafeteros no le dedica esfuerzo a la cuestión laboral. Su preocupación es el marketing, los procedimientos de calidad, las tareas de inteligencia de mercado y el relato histórico de la cronología cafetera (claro, que a diferencia de estos artículos, derrochan elogios a una economía que beneficia a unos pocos).
Los propietarios de las fincas utilizan el régimen laboral de los cosecheros como fuelle para mantener su escasa rentabilidad. Ellos están a la intemperie de la voluntad de los grandes acopiadores (Nestlé y parecidos) que gerencian a su placer el negocio de la bebida tinta. Las fincas, salvo excepciones, son de pocas hectáreas (entre 20 y 50 hectáreas en la zona del Quindío). Aunque la mayoría de las propiedades vienen arrastradas de familias tradicionalmente cafeteras, en los últimos años se empezó a dar un proceso de compra y venta de tierras que favoreció la concentración de estancias.
Dentro de los lotes la recolección del fruto de café es a mano (es uno de los aspectos diferenciadores de la producción colombiana).
La imagen internacional del café colombiano es el Juan Valdez: una suerte de Ronald Mac Donald (el payaso de la cadena de comidas rápidas estadounidense, que obedece a un cuidadoso protocolo de confidencialidad y comportamiento personal) , cuya tarea es pasear con un burro y dos costales por los estudios de televisión y posar para las cámaras fotográficas. Pero no hay que dejarse engañar: la impronta amena de don Juan Valdez, de colono rural, con prolijos bigotes e impecable camisa celeste y pantalón blanco ocultan la verdadera y dolorosa realidad de la economía cafetera.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Auténtico

En Bogotá: "Sabe que? haga lo que sea VERDADERO! no lo haga para que otro le diga 'hay, que grande eres' pobre idiota"

lunes, 29 de noviembre de 2010

La vida en los cafetales I

Historia de un negocio ajeno
“En Colombia, la vida del campesino nunca ha sido fácil”, sintetiza fugazmente Jony, uno de los guías de las fincas del Quindío, sobre la situación laboral de los trabajadores rurales. En el país donde sale el mejor café del mundo, el de sabor más suave y el de más cordial acidez, la explotación obrera es apenas un poco mejor que a principios de siglo, y un negocio rentable sólo para Estados Unidos gracias a una de las bebidas de culto más difundidas del mundo.
Lo cierto es que el fruto del café no es originario de América. En Etiopía crecía de manera silvestre y los peregrinos musulmanes descubrieron sus bondades motivándolos a transplantar semillas del África en Asia, en la zona de lo que hoy es India. Igualmente, los mayores responsables de su expansión global fueron los holandeses que en el siglo XVII adaptaron el fruto a las condiciones de los jardines europeos y luego en los campos de Guayana y Centroamérica.
No existe una postura determinante sobre cómo llegó a Colombia. La hipótesis no más aceptada pero que sí tiene algún registro documental es la de un grupo de monjes católicos que plantó semillas fértiles en el valle del Cauca y unos años después en el departamento Quindío. A pesar de que en el Cauca los resultados fueron malos, desde el Quindío empezó a emerger el prestigio cafetero.
Aunque cada país consume su taza de café con ritos diferentes y normas de producción, secado y tostado también diferentes, mundialmente se acepta que en Colombia se produce el mejor café del mundo. La razón es muy sencilla: “Es suave, se puede consumir sin azúcar y el sabor se siente residualmente hasta en la garganta”, explica Eloín, uno de los empleados de la finca “La chapolera”, cerca de la ciudad de Armenia.
El tipo frutal colombiano es el Arábigo, que gracias al clima de estas latitudes, con su largo periodo de lluvias y las plantaciones a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar le dan un singular resultado.
Para Colombia, el café sigue siendo uno de los productos más importantes de su comercio exterior. Su economía es esencialmente primaria y aunque se han diversificado los cultivos aun hoy el 22 por ciento del PBI agrícola se debe a la producción de este producto (Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de Latinoamérica, cuenta que en la década del 70 el ingreso de divisas a Colombia era en dos terceras partes gracias al café). Sin embargo, aunque la producción se hace en suelo colombiano, las mayores ganancias quedan en las cuentas de compañías estadounidenses que gerencian el acopio, comercio exterior y consumo de la infusión.
En este mundo, los cosecheros sólo se llevaban un 5 por ciento del precio final. El resto de la renta se desglosa, más o menos, del siguiente modo: 40 % para intermediarios, exportadores e importadores; 10 % a través de impuestos gubernamentales (esencialmente de los países consumidores e importadores como Estados Unidos y Europa), 10 % para las empresas de transporte; y 30 % para los dueños de las plantaciones (La venas… Eduardo Galeano).
Actualmente, la libra de café registra uno de los mejores precios históricos. En el mercado estadounidense se paga cerca de 2,25 dólares la libra (450 gramos) aumentando casi un 30 por ciento del precio promedio del año 2009. En volumen productivo, Colombia ocupa el tercer escalón detrás de Brasil y Vietnam.
En las fincas el paisaje se distribuye entre los cafetales, platanales, y en menor medida parcelas con producción de caña de azúcar y cítricos. Cada uno de estos cultivos, sobre todo la producción bananera, redundan en una convivencia simbiótica que mejora la calidad del fruto.
Pero más allá de los verdes cerros con palmas bananeras y manizales, y del áspero régimen laboral, la única preocupación del negocio está en mantener el buen precio en los mejores mercados. Hasta antes del año 2000 estaba a menos de un dólar estadounidense, provocando que los productores cafeteros vendieran sus fincas a grandes propietarios que remplazaron el cultivo por la cría ganadera.
En Colombia son 16 los departamentos cafeteros. El eje de la economía está apoyado en tres ciudades principales: Armenia, Pereira y Manizales (departamentos de Quindío, Risaralda y Cauca respectivamente). Dentro del país también hay competencia por saber cuál es el mejor café colombiano. “Ahora se dice que es el que se produce en Nariño porque lo hacen pequeños productores con procedimientos más artesanales”, explica Jony.
Algunos fundamentalistas de las estadísticas sostienen que este país es uno de los que menos café per cápita consume. Por supuesto, esta historia no derrocha alegrías: la adopción del café como producto emblema de Colombia respondió más a los caprichos de la Europa colonizadora que a su propio beneficio.

sábado, 27 de noviembre de 2010

sin medias ni tintas

"Mano dura pa´los curas y los policías" (Plaza del periodista, Bogotá)

sábado, 13 de noviembre de 2010

Viaje al centro de la tierra

Ecuador

Es la tercer república más pequeña de Sudamérica (tan sólo superado por Surinam y Uruguay). Pero los ecuatorianos se consuelan: el mar, la cordillera y la selva se resume en sus 270 mil kilómetros cuadrados. Y algo de eso hay; además de una particular intensidad de sabores frutales, cacao y café.

Ecuador se puede recorrer dibujando un cero en el mapa; que después de trazar un ocho es la forma mejor para conocer cualquier lugar.
La moderna ciudad de Guayaquil está sobre la orilla del río Guayas, que en pocos kilómetros desemboca en el Pacífico. Es cuna del actual presidente Rafael Correa. Pero eso no es nada: su pretenciosa historia "ilustrada" dice que fueron los guayaquileños quienes financiaron los ejércitos libertarios de San Martín y Bolívar en la última parte del proceso revolucionario continental. Hasta el día de hoy, Guayaquil supone ser la ciudad "iluminada" y vanguardista del país.
En Guayaquil estaba uno de los astilleros más importantes del mundo durante la colonización española. Una vez que la Armada Invencible del reino español fue derrotada por la marina británica, acá germinaron las ideas de libertad que arrastraría al resto de las ciudades de esta parte del continente. Su proximidad con el oceáno fue la causa de sus aires mundanos.

La plaza fue disputada por corsarios y piratas ingleses, franceses y holándeses; pero a costa de dos destrucciones totales del pueblo y a sangre derramada rechazaron el asedio. Ese sacrificio fue el convencimiento final de que su destino era la emancipación final.
Hoy, el Malecón 2000 es un enorme espacio público sobre el litoral oeste del cauce del Guayas. Es una construcción de más de 20 cuadras con acequias, canteros y fuentes de agua, museos y centros culturales. Hay dos atractivos superlativos: el museo en miniatura de la historia de la ciudad y un acuario de fauna marina.
Hacia el sureste está Cuenca, tercer ciudad más poblada. Saliendo desde Guayaquil se suben casi tres mil metros sobre el nivel del mar, en el corazón mismo de la cordillera. A media hora del centro de la ciudad está el Parque Nacional Cajas, el humedal más importante de la cordillera andina que resulta ser un páramo con más de 700 espejos de agua.
El casco urbano de Cuenca conserva la arquitectura colonial del centro histórico, y hacia las zonas residenciales los barrios crecen rodeado de bosques.
Las ciudades de Puyo y Baños son los centros neurálgicos de la región selvática. Por la vía que las une se atraviesa la "Ruta de las cascadas", que a un paso del camino bañan el asfalto y siguen su curso hasta terminar en los ríos Blanco, Verde y Negro que además son tres bonitos caseríos. En Aguas Verdes se abre la montaña para formar el Pailón del Diablo y la Grieta del Cielo: una imponente cascada con un sendero natural que conduce hasta un alero en la espalda misma de la caída de agua. Bajo el rocío de la cascada el tiempo parece no suceder. El pueblo de Baños tiene una particularidad: además de ser un ambiente selvático en la misma cordillera andina, está construido sobre la ladera de un volcán activo: el Tungurahua. Su última erupción fue el primer día de enero del año 2010.
A cuatro horas de Baños, en bus, está sobre la línea ecuatorial la capital nacional . Quito se divide en dos centros urbanos con una fuerte actividad comercial. La parte antigua concentra los atractivos culturales y en el centro moderno la administración pública nacional y local. Es una ciudad ordenada, con un transporte público novedoso, práctico y efectivo: dos vías metrpolitanas atraviesan de norte a sur (el Trolebus y Metrobus) más la Ecovía (buses ecológicos que van en el mismo sentido cardinal). Quito también está emplazado en una ladera volcánica (el Pichincha, pero este es un volcán inactivo). En las partes elavadas de la ciudad la panorámica permiten distinguir los dos espacios urbanos (el antiguo y el moderno) que no sólo dividen a la ciudad en norte y sur, sino también los hemisferios de todo el planeta.
En los pueblos de Canoa y Montañita las aguas cálidas del Pacífico provocaron una vida pesquera sin puertos ni grandes muelles. Botes con motores fuera de borda son empujados hasta la línea de flote mientras cormoranes sobrevuelan al acecho de los peces. Tanto Canoa como Montañita son placenteros balnearios durante todo el año; pero el período cálido es desde diciembre hasta mayo. Canoa es un pueblo apasible, aun lo suficientemente virgen y con una única calle céntrica donde se puede almorzar por dos dólares. Pero Montañita está más delatado por el turismo y es un pueblo cosmopolita. La cultura de los surfer generaron una vida nocturna intensa en los bares y boliches. Este pueblo no es tan apasible: la música electrónica suena de sol a sol.
Ecuador tiene una economía dolarizada pero muy barata. Si pretendés pagar con un billete de 20 dólares te metés en un lío: el comerciante te pide por favor que le pagués "con sueltito". Aun circula el antiguo sucre en monedas de 5, 10, 25 y 50 centavos que están empardados con la moneda estadounidense.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Para todos

"Equidad en la diversidad"
En Baños (Ecuador)